Esta mañana de camino al metro iba pensando en publicar hoy en el blog algo de un calibre tan insustancial como las típicas conversaciones de ascensor y resulta que por casualidad, a la tarde me ha pasado algo que tenía que ver con mis pensamientos matutinos.

Y es que resulta que estaba cavilando sobre que los vendedores de paraguas que aparecen a la puerta del metro me parecen como las hormigas de alas, que surgen automáticamente cuando llueve. ¡Pues hoy he tenido la fortuna de perder mi paraguas! Y no he visto a ninguno de estos vendedores que os digo. Claro, es que tampoco podemos olvidar la famosa Ley de Murphy... Al menos he podido burlar a la suerte y he llegado a mi destino sin mojarme.
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